(Lanús). Colaboró en revista Amaru y participó del taller de escritura El Caballo Celoso (Centro Cultural Aoniken, Temperley).
Naranja
Naranja
que deviene
de un laurel sobre el patio.
Y los vidrios
suspendiendo el dolor
de un bizcochuelo en tus manos.
Madre de menta.
Fría.
Que te irías un abril en silencio
sin jamás ver a Sebastián
hermano tuyo en la blancura
y en tu amor por lo bello.
Igual a vos
el mismo corazón desangrado por la ausencia.
Naranja.
De mandarinas agrias
por el rosado boulevard.
Y mis catorce años de trenzas
y una inocencia azul
que no imaginó nunca,
no podía,
tanto amor de negrura
y tanta soledad
sobre los años marginados.
Y ahora Monte Chingolo.
Redondo sol naranja.
Enérgico y total.
Abarcando
esta pequeña región del eucaliptus,
de tierra,
de trenes carboneros,
de niños hambrientos
y madres lastimadas.
Diciendo
que se puede caminar sobre lo digno,
con aire de amapolas.
Y afirmarse
en el lugar correspondido.
Mi casa pobre y limpia.
Y levantarse
con la violeta sangre
corriendo por las venas.
Y en estos ojos
que vieron lo imposible
un estallido de balas amarillas
mareando la alegría.
Cuando el planeta
giró, hacia la izquierda,
por supuesto, salió él,
imponente sol negro
de los surrealistas,
y Rimbaud,
bebiendo su cerveza.
Silencio.
Verlaine está llegando,
y ríe el Diablo
con dientes de jazmines.
No te derrumbes,
esposa loca,
que los barrotes del
cielo se cerraron.
Fumadero de opio
Opio.
Adormidera.
Pétalo de amapola.
Quebrantamiento de artificios.
Semilla negra.
Ambigüedad de las
urgencias de la carne.
Cueva de ladrones,
humo dulce, caliente,
las manos son
cuerpos por sí solas.
Pesadez del deseo.
Una esmeralda sobre
tu sexo desnudo
dignificó la tragedia
que sobrevendría,
marcó el principio de
la cerbatana
anunciada en los
pasos sesgados.
Hermoso y dorado
como un demonio vengativo,
Oscar Wilde entraba…
Poemas publicados en Revista Amaru, octubre de 1988