Estela Zanlungo

Estela Zanlungo nació en Lomas de Zamora. Es poeta, docente y Técnica Superior en Coreografía e Interpretación de Tango (Edta).

Publicó Soñar con agua (del Dock, 2014). Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2012, Los días del Buitre (La mariposa y la iguana, 2018), Los hijos de la jauría (Vuelta a casa, 2020), Gerli (Lago editora, 2021), Casa de buey (El andamio ediciones, 2022), Mención Honorifica Fondo Nacional de las Artes 2021.

Formó parte de las Antologías 2008/2009 y 2010/2011 de la Clínica de Poesía de la Biblioterca Nacional.

Coordina talleres de escritura literaria.



El destino

Tu casa es una casa para uno,

me dice la mujer,

y se sonríe.

Yo le leo los labios y me quedo pensando:

¿Querrá decir un techo para que el buey se lama solo?

En la pared del fondo hay un grafiti;

me impresiona que diga para siempre.

Adentro, la enamorada del muro

sofoca a otras especies y como puedo

la voy teniendo a raya

para evitar que se las trague. Si uno aguza

el oído, de noche se la escucha crecer

como a una lengua que se hunde en los cimientos.

Pero en el fondo del jardín

alterna una espesura de estación nueva

con la imagen de un hombre secándose a la luz,

colgado por el cuello,

y todo es natural como cuando los gatos gritan

de madrugada

y al otro día vienen y se estiran al sol

sin nada que delate su condición de amantes.

Se nos van de las manos tantas cosas;

sin ir más lejos, ahora

tengo una bolsa llena de medias sin su par.



Fértil

¿No querías un bosque?

¿No lo deseaste tomando tu casa por asalto

mientras se dilataba el canto de la luna?

¿No lo viste venir en la humedad suntuosa

del patio, después del riego de la tarde?

Crecía a tus espaldas,

cuando te desnudabas detrás del sosegado velador,

después de haber colgado el vestido,

y al soltarte

con la seda de fondo del tren de medianoche.

Entonces el roce de las sábanas te pulía las piernas,

y se enterraban las raíces

un poco más,

un poco más,

en el irrefrenable corazón de la tierra caliente.

Ahora que te sangran los dedos

cuando arrancás los brotes de la pared del cuarto,

pensás que apenas se insinuaban

con el café del desayuno.

Debiste haber previsto

que lo que se persigue con el cuerpo

termina dando flores

de una frondosidad indómita.



El refrenamiento

Ah, debieran verme podar el despropósito

que ha crecido en mi patio

para entender que estoy dispuesta

a cortar por lo bueno.

Le pregunto al cuchillo si entiende

qué es la frondosidad

y dice: ahí, donde la jungla del helecho

suelta hijos.

Entonces voy y desentierro el nervio

que baja por el tallo,

como me pararía frente a un animal

que hay que sacrificar antes de que despierte,

me subo al borde de la pala,

y que no quede más que el filo de la hoja

abierto al aire,

con el impulso de todo el cuerpo encima.

A veces fantaseo con mostrar

lo que sé hacer cuando me saco el corazón,

y que no quede un signo

que pueda confundirse

con el amor y su desasosiego.


Enlaces de interés:

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8829-2014-05-02.html


https://www.agenciapacourondo.com.ar/fractura/casa-de-buey-de-estela-zanlungo-un-lugar-donde-vivir-vale-la-pena


https://laficciondelolvido.blogspot.com/2021/04/2-poemas-de-estela-zanlungo.html


https://laestepaflorecida.com.ar/estela-zanlungo/.


https://bondidepoetas.substack.com/p/conocer-a-estela-zanlungo

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